El traspatio
El Grito Ahogado de Ciudad Juárez
Dirigida por Carlos Carrera (El crimen del Padre Amaro), El traspatio (2009) es un puñal al estómago disfrazado de thriller policial. Ambientada en los años 90, expone la epidemia de feminicidios en la frontera mexicana a través de Blanca Bravo (Ana de la Reguera), una detective que descubre cómo el sistema—fábricas maquiladoras, policía, gobierno—es cómplice del horror. Las escenas de cuerpos abandonados en el desierto, con las uñas pintadas de colores brillantes, son de una crudeza que estremece.
Máquinas de Carne y Dinero
La película muestra sin concesiones cómo operan las fábricas explotadoras: jóvenes llegadas de pueblos pobres, enjauladas en naves industriales donde el acoso sexual es pan diario. La llegada de Eva (Asur Zágada), una chica de 17 años que cree en el “sueño fronterizo”, personifica la inocencia que el sistema devora. Su transformación de empleada entusiasta a víctima aterrorizada es uno de los arcos más desgarradores del cine mexicano reciente.
La Detective que el Sistema Quiso Silenciar
De la Reguera brinda una actuación impecable como Bravo, una mujer que pierde la fe en la justicia pero no la rabia. En la escena cumbre—un monólogo frente a espejos rotos—condena a periodistas, empresarios y políticos con un discurso que aún resuena: “Ustedes vieron y callaron”. El contraste con el jefe policiaco (Joaquín Cosío), más interesado en proteger inversiones que vidas, muestra el México real tras el thriller.
¿Por Qué Sigue Doliendo?
Aunque se estrenó hace 14 años, El traspatio sigue siendo urgente. Las estadísticas actuales (3,000+ feminicidios anuales en México) prueban que el horror continúa. Carrera usó códigos del cine de género—escenas de investigación, persecuciones—para llevar el tema a audiencias masivas. Ganó 9 Arieles, pero su verdadero triunfo fue documentar, antes que las series true crime, un genocidio de género que el mundo prefirió ignorar. No es entretenimiento: es memoria cinematográfica.