Santa sangre

El Circo Más Perturbador del Cine Mexicano

Alejandro Jodorowsky, el maestro del cine surrealista, creó con Santa sangre (1989) una obra que desafía toda categorización. Fenix (interpretado por su hijo Axel) no es solo un paciente mental — es un títere humano atrapado entre el fanatismo religioso de su madre y los pecados de su padre payaso. La película comienza con una imagen imposible de olvidar: un hombre desnudo en un árbol dentro de una celda, como un pájaro que olvidó volar. Así nos introduce a un mundo donde lo sagrado y lo grotesco son caras de la misma moneda sangrienta.

Santa sangre

Cona: La Diosa de los Brazos Cortados

Blanca Guerra entrega una actuación electrizante como Cona, la madre mutilada que transforma su discapacidad en poder. Su culto a “Santa Sangre” —basado en una mártir violada— refleja el dolor convertido en obsesión. Las escenas donde manipula a Fenix para que actúe como sus extremidades faltantes son a la vez conmovedoras y repulsivas. Jodorowsky filma estos momentos con una mezcla de ternura perversa y horror religioso, especialmente en la secuencia donde “actúan” juntos en el circo, matando en nombre de su diosa.

Santa sangre

El Color como Lenguaje del Trauma

Cada plano de Santa sangre parece una pintura viviente. Los rojos brillantes de la sangre contrastan con los azules fríos del manicomio, mientras que el circo se baña en dorados enfermizos. La escena del asesinato del padre —con sus cuchillos voladores y sangre que chorrea sobre los instrumentos musicales— tiene la calidad de un cuadro de Goya. No es violencia gratuita: cada imagen simboliza el ciclo de abuso que Fenix no puede romper, hasta que el clímax lo enfrenta con su propia mitología familiar.

Santa sangre

El Legado de un Film Maldito

Aunque menos conocida que El topo, Santa sangre puede ser la obra más accesible y potente de Jodorowsky. Combina el horror corporal de Cronenberg con el melodrama de Fellini, todo filtrado por la sensibilidad única del chileno. La secuencia final —con su giro surrealista sobre la memoria y la redención— convierte lo que parecía un cuento macabro en una meditación sobre cómo escapamos (o no) de nuestros traumas infantiles. No es una película: es una experiencia psicodélica que dejó su marca en cineastas como Del Toro y Aronofsky.